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22/11/20

 LA SEGUNDA PRIMAVERA POLÍTICA Y SOCIAL EN GUATEMALA.

Foto yahoo.finanzas

Siendo Embajador de Chile en Guatemala (2014-2018), el primer mapuche en ejercer un cargo diplomático de esta magnitud nombrado por la entonces presidenta Bachelet, fui testigo directo de un complejo proceso político en esa nación hermana, poblada mayoritariamente por pueblos originarios de origen maya (54%). Esto es, una grave crisis política que en medio de una campaña presidencial desató grandes movilizaciones ciudadanas en todas las ciudades de ese país, en protesta por la carestía de la vida, la desconfianza hacia los partidos políticos y la lucha contra la corrupción institucional de larga data. Naciones Unidas había logrado, después de diversos intentos, instalar una comisión investigadora, la CICIG (comisión internacional contra la impunidad en Guatemala), a cargo de un prestigioso abogado colombiano, Iván Velásquez, quien junto a un equipo de profesionales de diversos países  -entre ellos, Chile- y con importantes facultades, logró destapar situaciones increíbles  y sus informes permitieron la investigación, detención y condena de diversas autoridades que desde el año 2006 estaban severamente comprometidas en situaciones más que irregulares. La CICIG combatió también los carteles del narcotráfico y abusos empresariales e institucionales. Fue una institución única en su género, que logró recuperar la confianza ciudadana en las instituciones de Guatemala. Con costos, por cierto, pues finalmente en el año 2109 y después de algunos intentos fallidos, el gobierno del presidente Morales declaró a Velásquez, persona non grata y cerraron las dependencias de esta gran comisión investigadora, a las puertas de una nueva elección presidencial.

El pueblo de Guatemala sabe desde los tiempos de los acuerdos de paz, luego de una cruenta y prolongada guerra civil, que ningún gobierno ha logrado establecer tiempos de paz y de superación de los grandes y graves problemas de la nación: analfabetismo, pobreza, falta de oportunidades, desigualdades e inequidades. Ha habido algunos avances, como es lógico, pero sin mayores relevancia.

El 16 de junio del 2019 se realizó una nueva elección presidencial. La gran mayoría de los ciudadanos no tenía grandes expectativas. El presidente Alejandro Giammattei, conservador, fue electo con el 58,1%. Su contendiente más cercana, Sandra Torres,  de inspiración socialdemócrata alcanzó el 41,8%. En tan solo 15 meses se incubó una crisis política que nuevamente desató una crisis social: el parlamento recortó el presupuesto de importantes políticas sociales y este dato, más una crisis política en el gobierno, arrastró en estas últimas horas una “segunda primavera” social guatemalteca con multitudes en las calles y plazas que conmovieron al país. Como resultado de esta crisis, el Vicepresidente de la nación ha solicitado la renuncia del presidente. El parlamento se ha dividido y en horas recientes, el Congreso nacional  fue ocupado por cientos de manifestantes e incendiaron parte importante de su histórico recinto. En las calles de la capital hubo una fuerte represión y todo indica que esta crisis se mantendrá latente.

Recorre el continente una marea de desencanto social: los partidos políticos, todos, están cuestionados. Las instituciones responden con retardo y no siempre adecuadamente. Las demandas sociales son crecientes; también el hastío popular. La gente está cansada con los abusos de todo tipo. Estos son, en parte fundamental, los componentes de un proceso crítico que erupciona como los volcanes.

Foto Ap Noticias Perú


 DOMINGO NAMUNCURA

Trabajador Social

Ex Embajador de Chile en Guatemala (2014-2018)

 22 de noviembre 2020


31/3/17



A 20 años de los Acuerdos de Paz sobre identidad y derechos de los
Pueblos Indígenas en Guatemala.
Panel PNUD-Programa Maya.


UN INTENTO DE INTERPRETACIÓN HISTÓRICA Y CONTINGENTE.

Domingo Namuncura
Embajador de Chile en Guatemala.

Exposición del Embajador de Chile.

Agradezco la invitación de los directivos del Programa Maya del PNUD en Guatemala para dialogar en el marco de la presentación de este Informe de evaluación de los 20 años de los Acuerdos de Paz sobre Identidad y Derechos de lo Pueblos Indígens de Guatemala.

El documento describe los antecedentes de estos acuerdos suscritos en 1995 y que entraron en vigencia en 1996, y no quisiera ahondar en los importantes detalles comparativos entre lo que se comprometió y lo que se ha cumplido hasta la fecha, puesto que el informe en sí contribuye ampliamente con un acopio de datos fundamentalkes, y por lo mismo invito a un estudio y reflexión profunda de su contenido. No obstante, valga considerar tres aspectos que me parecen centrales en su desarrollo.

1.- En lo esencial, y a pesar de que los indicadores de cumplimiento de los compromisos contraídos por el Estado y la sociedad con los Pueblos Indígenas de Guatemala están por debajo de la mitad de lo esperado, el informe sigue señalando que dicho Acuerdo continua siendo "un instrumento válido y actual". Esto, en si mismo, es ya una primera valiosa conclusión.

2.-Dice el informe que aun cuando los avances -en materia de acuerdos y compromisos- son menores a lo esperado, tales avances deben ser observados y medidos como "procesos", especialmente cuando de la implementación de algunos de los acuerdos se han derivado otras iniciativas, dice el informe, "de gran importancia".

3.- De su lectura se desprende además que, en definitiva, las causales del incumplimiento de los compromisos y acuerdos mayores tienen un sustento estructural en donde los organismos del Estado e incluso de las entidades de la propia sociedad  guatemalteca tiene un rol determinante en la lentitud de las decisiones  necesarias.

Veamos entonces los componentes políticos y socio-culturales e históricos de esto tres aspectos sobre los cuales quiero concentrar los siguientes minutos. Esto representa para mí un intento de interpretación histórica, siendo yo mismo parte de un pueblo ancestral como el Pueblo Mapuche de Chile, que tiene con otros pueblos indígenas de nuestra América morena coincidencias muy importantes en el abordaje de estos temas.  Pues, si acá en Guatemala se suscribió en 1995 el Acuerdo de Identidad y Derechos de los PPII del país luego del término de una cruenta guerra interna de más de tres décadas, en Chile los PPII también suscribieron con las fuerzas democráticas emergentes en la lucha contra la dictadura militar de Pinochet, un acuerdo político muy relevante que se denominó como el "Pacto de Nueva Imperial", en diciembre de 1989. Es decir, seis años antes de los Acuerdos de Guatemala referidos a PPII. Y aun cuando el Acuerdo de Identidad y Derechos Indígenas guatemalteco es mucho más amplio y visionario que el Pacto de Nueva Imperial, en lo esencial y respecto del análisis de ambos acuerdos, es efectivo que tanto en Chile como en Guatemala el cumplimiento de los compromisos por parte de los Estados hasta hoy es insuficiente. Además, esta conclusión también es efectiva para el caso de otros pueblos hermanos, en otros países del continente. Entonces, cuando la mirada y el análisis de estos temas se extiende más allá de la frontera de nuestros países en un contexto geopolítico es totalmente pertinente decir que estamos ante un acontecimiento histórico que pone a los Estados y a nuestras sociedades ante un dilema y ante un conflicto que no será fácil resolverlo, puesto que hasta muy avanzado el siglo XX la forma cómo las sociedades nacionales "resolvieron" los conflictos étnicos fue mediante la represión, la invisibilidad, la discriminación y el racismo estructural y otros males, y todo esto hoy comienza su camino de retirada, pues ya no será por el camino de la violencia y de la fuerza que los Estados podrán imponer una "solución conservadora" ante la emergencia potente de las demandas de derechos de los PPII.

En ese sentido, Informe que estamos comentando tiene razón cuando se señala que aun a pesar de los aparentes retrocesos y limitaciones en el cumplimiento de los acuerdos y compromisos, estos documentos históricos siguen teniendo una especial y profunda vigencia porque constituyen un faro que alumbra hacia un objetivo que no se podrá diluir en el tiempo.

¿Cuánto tiempo más tendremos que esperar?

Esta es una primera constatación que tiene impacto porque desde el propio mundo indígena la pregunta legítima y justa que nace ante este argumento es ¿cuánto tiempo más tendremos que esperar, para que el Estado y la sociedad, finalmente, cumplan sus compromisos con los derechos indígenas? Y la respuesta no es fácil y no puede ser inmediatista. Porque si atendemos a los procesos históricos de los últimos años post-regímenes de seguridad nacional, ya erradicados del continente, la satisfacción de lo que está pendiente va a requerir un largo período.

Entonces, es natural que nazcan resistencias sociales ante esta hipótesis porque la sociedad indígena formada por nuestros antepasados, abuelos y padres y familias y comunidades que en particular vivieron con mayor crudeza la intensidad de la violencia y de la discriminación y el despejo de sus tierras y la minusvaloración de su cultura, se pueden declarar frustrados por esta perspectiva, pues es obovio que luego de siglos de oprobio y humillaciones, los PPII quieren sentir que pueden vivir en paz y con justicia. Pero esa Paz y esa Justicia están y estarán todavía distantes. Y las actuales generaciones de indígenas jóvenes, más impacientes hoy y mejor informados y mejor preparados que sus padres y abuelos, no están dispuestos a una larga espera.

En ese sentido, el Informe tiene un acierto políticamente esencial y es cuando señala que aun cuando lo obtenido en materia de cumplimiento de compromisos está por debajo de lo esperado, en estos 20 años de historia ya transcurrida en Guatemala, lo fundamental es que tales conquistas siendo menores ya forman parte de nuestras conquistas y reflejan un proceso que emerge para quedarse y que será continuo en el tiempo.

Si me permiten una comparación un poco, tal vez, extraña en esta reflexión pero que deriva de mi formación también cristiana, la promesa de una Tierra prometida para el pueblo hebreo luego de un muy largo período de esclavitud en Egipto significó cuarenta años de caminar por el desierto. Y la historia bíblica es pródiga en cuanto a describir la enorme dimensión de los problemas que los líderes hebreos tuvieron que enfrentar para que el pueblo liberado comprendiese que ese camino hacia la libertad era sin retorno pero que estaba plagado de grandes dificultades.  Claro, no es lo mismo hoy, respecto del momento actual de los PPII en el continente, pero hay similitudes y entonces miremos la historia.

Desde 1492 cuando se inicia en estas tierras de Centro América y Caribe esta extraordinaria hazaña -porque lo fue- del descubrimiento y conquista del continente han transcurrido 525 años, un poco más de cinco siglos y medio. Aquí comenzó el genocidio de nuestros pueblos ancestrales. Aquí, en esta región, se levantaron las primeras voces de defensores  de los Derechos de Indios como Bartolomé Las Casas y otros. En estas latitudes se inició debate conciliar respecto de si los nativos eran o no hijos de Dios. Aquí, los conquistadores iniciaron la lucha militar para posesionarse de nuestras tierras y despojarnos de nuestras riquezas naturales y esta  batalla la extendieron por siglos hasta el confín de América.  Y muy probablemente, en términos de una epopeya bíblica, los PPII de este continente se han demorado ¡mucho más que 40 años en el desierto! para esbozar siquiera un acercamiento a una cierta forma de Tierra Prometida y llamemos a eso, a sociedades reconciliadas con su propia diversidad cultural en un marco de paz y justicia.

Entonces, ¿podemos tener esperanzas de que la realidad estructural de discriminación, racismo y exclusión puede terminar y ser superada en un tiempo histórico relativamente pronto?. Mi respuesta categórica es si, aunque probablemente  no seamos nosotros los que alcancemos a visualizar aquello, pero nuestra lucha y compromiso no es solo con nosotros mismos, sino con las generaciones presentes y venideras que ya son y serán portadoras de la idea de una democracia plurinacional, con pleno respeto y reconocimiento a nuestros derechos ancestrales y esto es, en cierto modo, nuestra promesa de la Tierra prometida.

Nada de lo que sucede hoy frente a las demandas indígenas es casual.

Voy ahora al tercer componente de esta reflexión. Nada de lo que sucede hoy con la demanda de identidad y derechos de los PPII es casual o solo el resultado de un problema de voluntad política. Al igual que en la conquista, en la colonia y en la etapa de construcción de las nacientes Repúblicas, el componente político que explica la lentitud en el cumplimiento de los acuerdos es que esto tiene un carácter estructural. Es decir, obedece a una compleja trama de intereses políticos.  Ayer, entre los siglo XVI y XVII, cuando se gesta la entronización del poder imperial español en el continente el tema de los intereses estructurales corresponde al del dominio del territorio y de sus riquezas naturales y a la idea de una expansión geopolítica. Los nativos, en ese cuadro, fueron considerados un franco obstáculo para ese dominio. En consecuencia, la violencia que se ejercició no fue irracional: tenía un propósito político y militar.

Pero claro, cuando emergen estos "defensores de indios", que son un verdadero problema para los encomenderos y gobernadores españoles y generan fuertes dolores de cabeza en Roma y en España, la respuesta tenue o débil del Estado ante los abusos de los conquistadores fue el "Derecho de Indios" y la Iglesia tuvo que debatir en el 1551, en la histórica Junta de Valladolid en España, si los indígenas podían ser considerados "hijos de Dios y, en consecuencia, acceder a una cierta forma de derechos específicos, impensables para la encomienda local.  Por cierto, también influyó el hecho de que varios Pueblos Indígenas, con el paso del tiempo y luego de descubrir que los conquistadores tenían la misma sangre roja y que los relucientes y extraños escudos brillantes eran vulnerables y que podían ser derribados de sus impresionantes cabalgaduras, se levantaron en armas para confrontar la opresión y esto fue largo en el tiempo y el Pueblo Mapuche de Chile fue la última nación indígena en ser militarmente derrotada en el sur del continente hacia fines del siglo XIX.

Vista parcial de la numerosa concurrencia a la presentación del Informe 

Resulta paradojal, no obstante, que fuesen las nacientes Repúblicas emancipadas del dominio español, e influidas por las ideas liberales de la Revolución francesa, las que peor tratan a los PPII ya disminuidos en cantidad y fuerza material. 

El tránsito del siglo XVIII al XIX será demostrativo de que los indígenas que antes constituyeron una molestia para el empoderamiento de la conquista y del poder colonial, ahora lo eran igualmente para la instauración y extensión territorial de las repúblicas nacientes. En Chile, el Estado aún tiene pendiente un perdón histórico por el genocidio de la población indígena Selknam, prácticamente masacrada por la codicia de los nacientes hacendados y latifundistas que para despojarlos de sus derechos ancestrales de tierras, contrataron mercenarios para asesinarlos. Esa verdad histórica y dolorosa para nuestro país está señalada y ampliamente descrita en nuestro propio Informe de la Comisión nacional de Verdad y Nuevo trato, presentado ante el país por el Presidente Ricardo Lagos en Abril del año 2004.

Entonces, no es raro y no debe llevarnos a extrañeza el hecho de que sean los Estados o las potencias que han dominado la construcción de nuestras sociedades desde la conquista y la colonia y luego de las Repúblicas, los principales responsables de las tensiones y conflictos que hoy adquieren una dimensión que estas entidades no proyectaron, porque durante el ejercicio de leyes inicuas, excluyentes y discriminatorias y mediante complejos procesos de aculturación, estas instituciones buscaron o pretendieron "integrar" y "asimilar" a los PPII a su modelo cultural, social y político, desconociendo y minusvalorando la cosmovisión ancestral, que ha sido siempre anterior al Estado. Y esto se ha visto reflejad en aquella máxima que todos escuchamos desde niños en nuestros sistemas educativos: "Chile es uno solo. Somos un solo país y una sola bandera". Guatemala es una sola. Somos una sola nación. Tenemos un idioma común. Nuestro territorio es único e indivisible"... Y recuerden ustedes que hasta tan solo unos pocos años atrás, todos estábamos obligados a profesar una sola y misma religión, porque el Estado y la Iglesia eran socios estratégicos en la conformación del "alma nacional".  La cultura indígena y su cosmovisión no tenían cabida en este escenario dominante.

¿Qué problema representan hoy los Pueblos Indígenas? 

Toda esta concepción conservadora está cambiando y está cambiando para siempre. Pero sus frutos no serán inmediatos. Porque esto depende de procesos culturales, sociales y políticos, en donde muchos granos de arena van formando una montaña.  Entonces, el tiempo de hoy, que va superando los avatares del siglo pasado, es un tiempo que recoge un legado conservador que hoy es una rémora, un obstáculo para avanzar mejor en la comprensión de una sociedad inclusiva. El racismo, es rémora. La discriminación, es rémora. El lenguaje político conservador para referirse al derecho de género, del medio ambiente y los derechos indígenas, entre otros nuevos derechos emergentes, es rémora. Son como costras en el cuerpo y esto representa un problema estructuralmente cultural.

Y para el mundo conservador hoy, en América Latina, ¿qué problemas representan los Pueblos Indígenas?. De partida, ya no se nos puede calificar como bárbaros. ¿Verdad?. No somos pueblos nativos incultos, iletrados o incivilizados a las que se pueda avasallar. Nuestras generaciones han crecido culturalmente. Nos hemos integrado, es verdad, en las sociedades nacionales peor, fíjense ustedes, nunca hemos renunciado a nuestra identidad ancestral.  Y esa es una de nuestra principales fortalezas como Pueblos.  En facebook circula una hermosa imagen de una mujer guatemalteca, ya de edad y seguramente al final de su camino, tejiendo una hermosa prensa. Y quien puso esa foto en la red virtual la acompañó con el siguiente mensaje: "No nos dejaron acceder a los libros, pero nuestra historia está en nuestros tejidos".  Y tiene mucha razón, porque esa imagen y ese mensaje representan un potencial de identidad que nunca ha podido ni podrá ser avasallado por el Estado. Y esto representa un tema político.

Entonces: el obstáculo para el mundo conservador hoy y visto en otro contexto histórico, es que la relación entre poder y riqueza, que está en el sustrato de los conflictos tiene al Estado y a la sociedad conservadora enfrentados con esta fuerza de la identidad y de los derechos indígenas. Y cuando el mundo empresarial en América Latina levanta su  voz para defender y promover  un cierto modelo de desarrollo, particularmente extractivista, se encuentra con el hecho de que importantes extensiones de tierra y de aguas y de riquezas en nuestros subsuelos siguen en manos de comunidades indígenas.  Entonces el conflicto ya no es la conquista ni el despojo ilegal e incluso legal de las tierras y aguas o el desconocimiento arbitrario de nuestra existencia. El conflicto es cómo se impide que esas tierras y aguas sigan en manos de sus legítimos dueños ancestrales que además, ahora, reclaman como propio lo que antes les fue arrebatado. Y este conflicto se adorna o se enmascara con el tema del desarrollo y, por cierto, si antes a los indígenas se les motejaba como bárbaros, incivilizados, incultos e incluso malos trabajadores y alcohólicos, palabras muy fuertes ahora y también antes, en la actualidad dicho enmascaramiento del conflicto es que unas cuantas comunidades no pueden impedir el desarrollo de toda una sociedad. Se dice que los indígenas no están preparados para producir la tierra. Que no entienden el valor y la importancia de generar electricidad. Que no están preparados para ser actores del desarrollo sino más bien consumidores del mismo. Se dice que el modelo social y económico de subsistencia que practican los PPII es atrasado y muy limitado. Que no está a la altura de los tiempos. Este es el nuevo lenguaje dominante y los indígenas son considerados como un obstáculo para el desarrollo.

Y nosotros preguntamos: ¿de qué desarrollo se trata?. ¿Del que desforesta nuestros bosques nativos? ¿Que explota nuestras cuencas y cursos de los ríos de agua?. ¿Que depreda el medio ambiente?. ¿Que genera energía destruyendo los ecosistemas?. ¿Qué desarrollo es éste que pone la rentabilidad del dinero como centro y no a la persona humana como sujeto?. Miremos lo que sucede en el campo de la salud: los grandes laboratorios que crean y recrean medicinas de muy alto costo para mantener una cadena y no responder adecuadamente a determinadas enfermedades de las llamadas "modernas", no tiene comparación con las medicinas ancestrales de los PPII, que se preparan con una enorme variedad de hierbas naturales, raices y extractos naturales de nuestros bosques y de la tierra. Y ahora, que las industrias farmaceúticas han "descubierto" el valor de esa medicina ancestral, respecto de las cuales los PPII nunca le pusieron un "valor rentable" están siendo "patentadas" por grandes laboratorios en un proceso de despojo de la propiedad ancestral de tales remedios naturales. Por cierto, sus intentos de apropiación chocan hoy con una masa ilustrada de indígenas que defienden la no-inscripción comercial de sus hierbas medicinales en todo el continente.

La Premio Nobel de la Paz, Rigoberta Menchu presente en el evento.


¿De qué desarrollo estamos hablando?  Nosotros hablamos de un desarrollo "con pertinencia cultural". Nos referimos a un desarrollo que preserve la naturaleza y la tierra. Cuando decimos que sabemos cuidar el agua -que será un bien escaso- eso no es para desmantelar nuestras cuencas o alterar el curso de los ríos que crean un ecosistema que alimenta la vida del planeta. Este concepto nuestro de desarrollo está en franco conflicto con el mundo conservador. Y entonces no es raro que los acuerdos o compromisos a nivel de Estado no se cumplan adecuadamente porque cumplirlos, y digámoslo claramente, significa empoderar derechos  que el mundo conservador no está dispuesto a conceder.

En Chile me correspondió vivir intensamente la experiencia de defender los derechos del Pueblo Pehuenche en el sur del país ante la construcción de la represa eléctrica de Ralco, que cambió para siempre el curso del más importante río de la región del Bío Bío. Sólo teníamos como medio de respaldo una Ley indígena que fue fruto del Pacto de Nueva Imperial, como en el caso de ustedes respecto de diversas leyes que nacieron luego del Acuerdo de Identidad y Derechos Indígenas.  No obstante, nuestra Ley Indígena no contaba con suficientes fortalezas para enfrentar legislaciones favorables en materia de servicios eléctricos, mineros o forestales.  En ese período de 19976-1998 , cuando los Pehuenches debieron enfrentar el proyecto hidroeléctrico, no contábamos en Chile con el Convenio 169. Este tratado internacional sólo fue aprobado en el año 20087. La ley medio ambiental estaba en discusión en el Congreso y no teníamos como marco de referencia la Declaración universal de DDHH de los Pueblos Indígenas de Naciones Unidas del año 2007 ni menos suscrita la reciente Declaración Americana de Derechos Indígenas de la OEA 2016. El Pueblo Pehuenche estaba desprovisto de todos los instrumentos jurídicos necesarios que hoy sí existen para hacer prevalecer una mirada distinta al modelo desarrollo energético que en ese período de años se levantaba como hegemónico.

Un desarrollo con pertinencia cultural indígena es posible y en colaboración con una democracia pluricultural.

Hoy no. Hoy se habla de energías renovables y Chile ha ingresado al escenario de la generación de luz eléctrica mediante energía solar, con muy una importante inversión de recursos que nos ha permitido instalar en el desierto del norte país, con un enorme potencial de calor, una de las más grandes plantas fotofoltaicas que alimentan actualmente nuestra red de energía eléctrica con 2.165 kwh anual. Y en otros sectores del país, pródigo en corrientes de viento, hemos desarrollado grandes proyectos eólicos que alimentan la carretera eléctrica del país, demostrándose con este esfuerzo que nuestros países pueden optar por un modelo de desarrollo energético que no afecte a nuestras aguas ni nuestros bosques ni nuestra tierra.

Hoy, con el Convenio 169 vigente y los nuevos Tratados internacionales en materia de Derechos Indígenas, suscritos por nuestros países, la realidad comienza a ser otra, además porque porque en materia de protección de nuestras riquezas naturales hay una mayor conciencia ciudadana que también respalda el planteamiento estratégico del mundo indígena que postula un desarrollo con pertinencia cultural.

Entonces, y ya para concluir. ¿A dónde quiero apuntar esta interpretación histórica y contingente? El camino para construir una sociedad y un Estado democrático, multiétnico y plurinacional, y con pleno reconocimiento de los derechos indígenas consagrados por el Convenio 169, es necesariamente un camino pedregoso y allanarlo depende de diversos factores.

1.- Corresponde principalmente a los PPII construir, establecer y amplificar un relato político y estructural que contenga una oferta cultural y social para toda la sociedad y no solo para los PPII, ejn donde el principio de convivencia y de no exclusión sea equitativo para todos. Esto implica una actitud que no sea solo de demanda y cuestionamiento, sino también y fundamentalmente de propuestas.

Existe en la sociedad y en los actores políticos (los que toman decisiones) el problema de que no logran comprender del todo a qué se refieren los PPII cuando hablan de autonomía, autodeterminación y territorialidad. Pueden comprender hoy que los indígenas no deben ser excluidos o discriminados y que tienen derechos sociales que reconocer, pero no logran visualizar del todo cuáles son los componentes que caracterizan nuestra demanda estructural. Y es responsabilidad y tarea de los PPII explicar, dialogar exponer y desarrollar un concepto que contenga características homogéneas para que la sociedad y el Estado pueden entender que no están enfrentados a una comunidad refractaria o separatista sino contributiva y con identidad nacional, a pesar del conflicto.  El Pueblo Maorí y el Estado de Nueva Zelanda, luego de 100 años de tensiones, a partir del Tratado de Waitangi, comprendieron que era necesario y posible construir un acuerdo consensuado de reconocimiento y participación desde la diversidad cultural y conformar un modelo de convivencia con respeto a sus tradiciones y cultura.

Mientras el mundo indígena o parte de él, se mantenga posicionado en gran parte sólo en su demanda y en su cuestionamiento a la sociedad y el Estado (todo ello legítimo) y en actitud exigente sin propone ni establecer alianzas estratégicas con el mundo académico, político, social, cultural e incluso empresarial, el camino seguirá siendo muy pedregoso, y por eso insisto permanentemente en que debemos entrar, como PPII, a una etapa en donde ya podemos superar los diagnósticos de la realidad, en donde la información es muy abundante, y comenzar a trabajar en un Proyecto de Sociedad intercultural y Estado plurinacional que empatice con el conjunto de la sociedad y por eso es muy relevante que Informes como el que estamos comentando, relativos a Identidad y Derechos Indígenas en Guatemala, sean considerados como un aporte invaluable en esta dinámica y superar así la fragmentación que amenaza la construcción de un relato político nacional e intercultural.

La demanda indígena no debe ser vista o apreciada por la sociedad  como un asunto ajeno o que solo concierne a las comunidades. Esto es un asunto de orden táctico. En lo estratégico, las luchas indígenas deben saber sumar otras demandas sociales: los derechos de la mujer, de la tercera edad, de las personas con capacidades diferentes, de los trabajadores y sus familias, de los emprendedores en lo social, lo económico y lo cultural. Esto, porque nuestra demanda ancestral tiene un valor universal y comprende a la persona humana en su totalidad y porque nuestra misión es ganar socialmente el compromiso y la convicción de la sociedad en su conjunto, en cuanto a que la Paz y la Justicia son componentes de un modo de vida intercultural.
Autoridades de Gobierno, ONG, Fundaciones y comunidades indígenas presentes.
Destacan Rigoberta Menchu y el Director del PNUD Igor Garafulic.
Además, la Viceministra de RREE y la representante del sistema de ONU

En Chile los candidatos a cargos de elección popular que logran el voto mayoritario, en el caso de Gobiernos Municipales, son aquellos que han construido un amplio de convivencia comunal. Han construido un relato común de sociedad, con pertinencia cultural ancestral y han ganado las elecciones. En cambio, otros candidatos que han concentrado sus energías en un discurso principalmente indigenista quedaron fuera de la elección incluso en zonas o localidades con una alta densidad electoral indígena. Esto representa un tema a estudiar.

Entonces: un tema clave para las presentes y siguientes generaciones indígena es cómo constituirse como actores de cambio social, cultural y político en la sociedad desde una perspectiva ancestral y no solo en tanto indígenas. ¿Por qué razón? porque las demandas indígenas apuntan a modificar la estructura del Estado, de carácter dominante y hegemónico a uno de tono participativo y pluricultural. Esto es, reordenar de una manera culturalmente diferente a la sociedad monocultural.  Y esto es un tema estratégico. Y en este sentido los PPII requieren alianzas estratégicas y los aliados están en diferentes partes: en la academia, en la política activa, en la cooperación internacional, en las redes sociales y en el arte y en la cultura, y hay que tener presente la urgente necesidad de comenzar a copar los espacios políticos de decisión.

La demanda indígena tiene hoy un componente pluricultural que a su vez expresa un relato político que está subyacente. Lo que tenemos que hacer y hay que trabajar por ello, es que ese componente y ese relato penetren, intensamente, en la conciencia ciudadana y entonces el camino va ir siendo menos pedregoso.

Usted se preguntará:  Bueno. Eso podría ser el trabajo de los indígenas. Pero yo, que no soy indígena pero simpatizo con sus temas. ¿Qué hago?. Yo digo que ahí entra en vigor la idea de una ciudadanía democrática con convicción y empoderamiento. Perdonen que lo señale o diga con cierta crudeza: no basta con marchar por las calles, mientras son otros los que toman las decisiones en otras instancias. Y si esas instancias, por ejemplo, son los Partidos Políticos, las asociaciones gremiales, vecinales, poblacionales, el poder local, etc. yo no puedo quedarme al margen.

Hay personas, ciudadanos, con mentalidad progresista que repudian a ciertas instituciones, por ejemplo, los Partidos Políticos. Encuentran que son lo último -como decimos en Chile- en credibilidad y confianza. Y en nuestros países en América Latina la verdad es que es así, casi no se salva  ninguna colectividad política afectada por corrupción, faltas a la probidad, demagogias, etc. Pero los que toman decisiones en la política nacional y pública siguen ahí. Incluso con el respaldo de nuestros votos. ¿Por qué? Porque los ciudadanos progresistas lo permiten al marginarse, al no meterse en el lodo...

En la construcción de un orden democrático político y virtuoso la inocencia o la ingenuidad o una pretendida castidad ciudadana no sirve. Y liberar la conciencia solo con marchas y concentraciones, por masivas que sean, con campañas de firma o levantando carteles en la vereda del frente, tampoco sirve. Creánme: hay que estar adentro de estos sistemas  y trabajar duro y fuerte, y con convicción para modificar estas instituciones, volverlas radicalmente más democráticas y transparentes y que sus representantes cumplan con honestidad y transparencia sus deberes públicos. Se puede y se debe.

Los invito a leer y a estudiar este magnífico Informe preparado por el Programa Maya del PNUD de Guatemala, a 20 años de los Acuerdos de Identidad y Derechos Indígenas . Es un trabajo muy bien elaborado que revela un esfuerzo profundo para presentar ante ustedes una set de fotografías conceptuales y muy fundadas acerca de cómo, el país y el Estado han respondido a estos acuerdos y es un trabajo que permite abrir ventanas para comprender algo que es esencial en su contenido y que el informe lo señala explícitamente y cito:

"La cultura maya constituye el sustento original de la cultura guatemalteca y en ese sentido, es inconcebible el desarrollo de la cultura nacional sin el reconocimiento y fomento de la cultura de los Pueblos Indígenas".

Esta frase, que es tremendamente válida para Guatemala lo es también para mi patria, Chile y por ello agradezco sinceramente la invitación a conocer el Informe, aprender de ustedes y compartir este momento de conversación. Pewkayal. Chaltumay.

Domingo Namuncura
Embajador de Chile en Guatemala

Guatemala de la Asunción, jueves 30 de marzo del 2017

28/11/16

A la memoria de Fidel Castro

Embajador de Chile presenta sus condolencias al Embajador de Cuba en Guatemala, Carlos de Céspedes, en una breve y significativa visita a la sede de la misión diplomática.
El Gobierno de Chile emitió una declaración oficial de condolencia señalando que el Comandante Fidel Castro "marcado de manera indeleble la historia de América Latina".

24/11/16

Noviembre: en el Día Nacional del Adulto Mayor

Chile invitado especial por la Presidencia de Guatemala para exponer sobre políticas públicas destinadas a nuestros adultos mayores.
Una emotiva ceremonia ante más de 500 personas se llevó a cabo en el Palacio Presidencial de Guatemala, con SE el Presidente de la República, Licenciado Jimmy Morales,la Primera Dama de la Nación, Señora Patricia Marroquín y diversas autoridades que conmemoraron el Día Nacional del Adulto Mayor con importantes iniciativas, entre las que destaca el establecimiento de la Comisión Nacional del Adulto Mayor. Chile fue país especialmente invitado por SE para exponer sobre nuestra política nacional y contribuir de ese modo con ideas para el trabajo a realizar en Guatemala.